Clase Nº 1
- granpenia
- 1 oct 2015
- 4 Min. de lectura
StartFragmentINTRODUCCIÓN
Incrementando nuestra relación con Dios.
"Ya no los llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; yo los he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, se las he dado a conocer a ustedes". Jn. 15:15 (RVC)
Tenemos algo que decirle a Dios diariamente como amigo a quien amamos y con el que tenemos franqueza. Abraham fue llamado amigo de Dios, la misma oportunidad que tenemos todos los santos. Él guarda intimidad con los justos y nos invita a familiarizarnos con Él; a fin de que caminemos juntos así como lo practicaríamos con alguien más, a quien consideramos amigo.
Dios espera y requiere nuestra relación hacia Él. Aunque no tenga necesidad de nosotros o nuestro servicio, ni puede sacar provecho de ellos; con todo nos manda que ofrezcamos nuestro sacrificio de oración y alabanza continuamente. Así el mantiene autoridad y sumisión sobre nuestras vidas.
Su palabra nos hace saber que el Espíritu que ha hecho morar en nosotros, nos anhela celosamente (Stg.4:5) aún más de lo que nosotros podríamos anhelarle a Él. Por eso desea que lo busquemos, que apartemos tiempo para estar a solas con Él, incluso en público quiere seguir manteniendo su comunión con nosotros.
Dios desea que estemos atentos a su voz, escuchando sus indicaciones, su dirección, sus demandas.
(Sal. 105:1-5) Debemos buscar a Dios como persona, como alguien con quien podemos establecer una relación, para que podamos conocer su rostro y también su poder. La unción se derrama sobre aquellos que buscan al Señor, su rostro, su poder.
Hay una gran diferencia entre "comunión" e "intimidad". Tener comunión con alguien es compartir tiempo con esa persona, hablarse, escucharse mutuamente, lo mismo que puede suceder con Dios cuando meditamos con Él mientras realizamos nuestras tareas habituales. Pero la intimidad implica estar a solas, en un lugar donde nada ni nadie puedan interrumpir (Mt. 6:6 / Sal. 139:15) allí serás confrontado, revelado en tu propósito y conocerás más de Dios. Por medio de su conocimiento y acercamiento hacia Él seremos transformados y santificados. Apartados para lo que desea hacer de nosotros.
ORACIÓN
Debemos superar la idea de orar para "obtener cosas" de Dios. Nuestro objetivo al orar, no sólo es ver respondidas nuestras peticiones; sino que vamos más allá de eso. Buscamos el deleite en la presencia de Dios.
La oración no es un monólogo en el que le decimos a Dios todo lo que pensamos o queremos, más bien es un diálogo entre dos amigos; una comunión íntima que trasciende las palabras.
La clave de orar es orar. Cuando hablamos con Dios, nuestros corazones se elevan hacia lo alto; sumidos en asombro, lo cual da como resultado una adoración espontánea.
En nombre de Dios oramos, con su ayuda y en plena confianza para entrar al trono de la gracia, una práctica que debe volverse habitual en nuestras vidas y en todo momento. No existe un orar fuera de tiempo, porque ningún momento esta exento de ser llenado por nuestra oración, el trono de la gracia siempre permanece abierto para oír nuestra voz. Dios tiene algo que decirnos como amigo todos los días, por medio de su Palabra en la cual podemos escuchar su voz, así es como también espera que le respondamos en oración.
También debemos orar con el Espíritu. Las oraciones más poderosas son aquellas que se hacen en el Espíritu y no podemos adorar sin Él. De hecho, nos guía y promete hacerlo en nuestro camino por encontrarnos con Dios en oración (Rom. 8:26-27)
Cuando alcanzamos a conocer el corazón de Dios, ya no necesitamos intermediarios. Nuestro ser siente la plena necesidad de conectarnos con nuestro Creador y profundizar lo que ya sabemos de Él.
Aunque no podamos darle nuevas informaciones con nuestras oraciones (Mt. 6:32) le damos honor. Si bien nada de lo que digamos influya en Él o mueva su misericordia, lo que oramos nos ayuda a estar más receptivos en lo que desea de nosotros. Por eso debemos procurar tener ocasiones frecuentes para hablarle, aumentando nuestra amistad y relación hacia Él. Recordemos que sólo por medio de Jesús tenemos acceso al Padre. Nuestra voz debe ser afinada para la oración por medio de un lenguaje claro que exprese el deseo de conectarnos con nuestra fuente: Dios.
FRUTOS.
"Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer". Jn. 15:5
Al ser transformados por medio de la oración, y al entendidos en lo que Dios desea de nosotros obtenemos frutos y se hace visible en nosotros la relación con Dios. En una profunda intimidad, damos a luz productividades:
Imitamos a Cristo y somos sus puntos de referencia frente a los demás. (1º Co. 11:1)
Renunciamos a nuestros intereses personales entregándonos al servicio por el cual fuimos llamados. (Lc. 9:23-25)
Somos valientes y fuertes ante las dificultades. (Flp. 4:13)
Tenemos metas y visiones definidas. (Flp. 3:13-14)
Ejemplos de Frutos:
JOSÉ: (Gn. 39) A causa de su relación con Dios, prosperaba y ocupó cargos importantes. (Gn.41) Tuvo revelaciones futuras acerca de lo que luego sucedería. Guio a toda una nación según lo que Dios había dispuesto. Cumplió el propósito destinado para su vida.
DANIEL: (Dn. 6:10) Debido a su comunión con Dios se llenó de sabiduría y obtuvo discernimiento que lo llevó a juntarse con reyes y magistrados.
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